lunes, 26 de diciembre de 2011

POEMAS DE RAFAEL RUFINO FÉLIX


Fue todo un lujo.

Escuchar a Rafael Rufino Félix divagar sobre poesía, escucharla en su voz profunda y poder masticarla y digerirla despacio para escribir este artículo me hace posiblemente un privilegiado dentro de la tertulia.

El pasado sábado 17 de diciembre, Rufino Félix Morillón, nos mostró, sin título concreto, un abanico de sus escritos de octubre y noviembre. Rufino, como le conocía mi padre, como yo lo conocí cuando iba con mi padre a su concesionario, como lo conoce la gente de Mérida, acaso por el recuerdo de su padre Rufino Félix Juárez, Rufino, así como aparece en ese ex –libris suyo con reminiscencias gaditanas de sal y levante, abriéndonos una ventana a un mar coronado de mástiles, velas y sueños de mundo.  

Y la verdad es que no nos sorprendió porque Rufino no ha perdido un ápice de lo aprendido a través de su vida como lector, oyente, conversador y escritor en Madrid, en Cádiz, en Sevilla, en Lisboa y, cómo no, en Mérida. Los poemas que nos presentó siguen en su temática del recuerdo, de la muerte y el amor, del placer de los momentos gratos y de la reflexión. Y en ese orden iré desgranando los poemas leídos por Rufino. 


I.                    LA INFANCIA, EL AYER Y EL RECUERDO.

 No es que se trate de nostalgia o de querer vivir únicamente del pasado. El hombre necesita recordar el tiempo pasado, y el poeta es capaz de registrarlo del bello modo vivido mediante la poesía. Por ello, no es justo que a un poeta se le achaque la nostalgia como defecto. 

[…]
Estoy solo, y escribo las palabras
que el corazón me dicta
[…]

dice Rufino en el poema Horas entrañables y recuerda su infancia rodeado de sensaciones que no se olvidan fácilmente,

[…]
 el agua de la acequia remozando el respiro,
trigales que ajustician los voraces aceros,
y su sangre dorada cubriendo el ara ardiente;
bajo el sol de delirio,
los hombres de la piel terrosa y recia…
 […]

o en el poema Nocturno donde Rufino recuerda a sus padres en un paisaje de atardecer de verano,

[…]
Ahora mi corazón recobra aquel paisaje,
Y en él veo a mis padres
Por el breve jardín donde el frescor
Da respiro a la paz de sus palabras,
Devanado cordiales su tiempo de solaz,
Aspirando el aroma de las rosas,
Pendiente de los juegos,
Del correteo infantil que les alegra.
 […]

Mientras, en el poema Ayer, poema que cierra la serie, se ve de niño corretear por Mérida y desea la perennidad del tiempo que continuamente recuerda que ya no es…

[…]
sino pavesa,
recuerdo de una lumbre que encendía
los ojos inocentes de aquel niño
que hoy solo ve un paisaje desvaído
donde fue el paraíso de sus juegos.


II.                  EL AMOR Y LA MUERTE.

[…]
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Escribía Quevedo siglos antes, como hacía Catulo en sus epigramas, como los poetas del 27 en el siglo pasado – “Quiero el amor o la muerte”- decía Aleixandre en La destrucción o el amor (perdón maestro, luego cito a don Luis Cernuda). Como dice Rufino, “los temas de la poesía son muy pocos, lo demás son variaciones sobre esos temas”, y es que el hombre siempre ha tenido esa necesidad –el amor y esa obligación –la muerte, y a veces ligados entre sí. Cuando el poeta ve cerca ese momento de separación por causa del tiempo y mira a su lado, a su compañera, generalmente ambos temas van de la mano.  

Entrañable resulta el poema Pilar, su mujer, a quien le dice

¿Y qué decirte ahora
Cuando acaba la tarde
[…]

Y tras la oscuridad concluye con la luz que ella le presta con las palabras que  –al tiempo que se olvida de la noche-  el poeta finalmente encuentra,

[…]
“He olvidado la noche
porque estoy junto a ti.
Tú eres la luz”.

Pilar es jardinera de su tierra en Tú, jardinera, con una preciosa metáfora de la tierra humana que precisa el alimento de su amada

[…]
Serás verdor y aliento
fecundando la tierra
sedienta de mi cuerpo.

Pero es en el poema Sin mi voz donde la intensidad del tema alcanza su mayor nivel tanto personal como poético.  Comienza avisando a su amada del tiempo que está llegando

Ha de llegarte el tiempo
de las sombras.
Será cuando mi ausencia
fatigará tu llanto
[…]

Pero el poeta no se resigna a perderse entre las sombra y le dice a Pilar

[…]
y búscame.
Estaré en el paseo de las palmeras,
junto al eterno mar; absorto, contemplando
el ritmo núbil de tu erguido cuerpo
en la soleada calle de las citas;
[…]
Sí, contigo estaré para iniciar de nuevo
el más hermoso sueño.
Seré latido fiel fluyendo por tus venas,
canción que exalte nuestra permanencia
en el mundo ideal de los amantes.

Y con el fondo más quevedesco de la resignación ante la muerte, ante lo inevitable, como un un bodegón de fruta fresca apetecible y aromática jarra de vino aparece el poema Partir donde se nos va presentando en doce versos al hombre más dichoso que puede aparecer ante nuestros ojos para en el decimotercer verso, como la calavera del bodegón, último de esta estrofa dice que

[…]
también ha de partir.

No, no será posible
mantener fresco el fruto
de su granada altura,
porque la ausencia todo lo corrompe.

Son las aguas últimas del poema del mismo nombre, las que cree beber el poeta para acabar con esta temática, con dos versos concluyentes

[…]
Bajan las aguas últimas
por mi vaciado pecho.



III.                EL PLACER Y LOS MOMENTOS GRATOS

Rufino Félix también concibe la poesía como solaz y recuerdo del deleite. Con ella juega y recrea esos momentos gratos con una copa de cerveza,

[…]
-coronada de nieve en el ardiente estío,
Hecha glaciar bullente en los ojos sedientos[…]

una película en la que Ginger Rogers y Fred Astaire hacen inmortal un cinematógrafo con su baile,

¿Acaso no sentían envidia las palomas
cuando ascendiendo ingrávidos,
flexibles como juncos cimbreantes,
aleteaban parejos al compás
de la armoniosa música?

Una historia como la de Casanova repasando su vida en el momento antes de morir en un poema en tercetos y una teatralización digna de un monólogo dieciochesco,

Y ahora que todo se acaba,
qué pesar puede dolerme
si aquí no me dejo nada.

El deleite de un paisaje, un momento, un silencio irrepetibles, un locus amoenus, en el que el mismísimo Fray Luis de León se sentiría dichoso y descansado, como en el poema Sueño verdadero,

Cuando en la noche el silencio impere,
[…]
No abandones la música que escuchas
Ni el libro que en tus manos
Se hace feliz escala
En los rítmicos versos del poema.
Acaricia dichoso este tiempo tan bello
Que sublima el deleite en tu imaginación.
[…]

Además, en el mismo poema, el poeta se aferra con uñas y dientes a ese sueño con la esperanza de poder recuperarlo más adelante,

[…]
Aunque ahora no posea la luz estremecida,
Mañana alumbrará
Su alta fidelidad al sueño verdadero.

Pero si hay dos ciudades que embrujan y embelesan a Rufino, esas son Cádiz y su mar, como en el poema Brillos,

[…]
Es inmenso el cristal donde se mira
el sol en despedida. Se diluyen
los últimos reflejos, y hay gaviotas
llegando hasta la arena, tornadizas
[…]

y Sevilla y sus historias cuchicheadas por las blancas paredes y estrechas calles que te guían por vidas inolvidables, como el magnífico poema dedicado a Luis Cernuda y al Barrio de Santa Cruz donde vivió. Rufino nos guía y al fin encontramos al hombre tras el celebrado poeta, al sentimiento inmortal tras el mito dormido, al blanco hogar en el barrio de espaldas a la bien pisada Giralda,

Paseante, deja atrás la Giralda
 y adéntrate en el Barrio
de Santa Cruz,
[…]
Y entre la cal añeja de las paredes íntimas
se abrirá la quietud
al asiduo aleteo de una paloma oscura.
[…]
Y lee ya poseído del latido del hombre
que en ella cobijó su desnudez,
”Jardín Antiguo”,
 un canto al sentimiento donde se oyen
el bisbiseo del aire, vagar almas y trinos,
y él siente la pasada juventud
sangrando por la espina que le clavó el deseo.
[…]



IV.                REFLEXIÓN.

No creo que no haya habido reflexión en toda la poesía anteriormente citada en este artículo, pero hay tres poemas en los que ésta se hace más patente, Desamor, Breve adiós y Vuelo despejado. De igual manera podemos ver otros de los temas anteriormente estudiados en estos poemas como el amor, el tiempo o la muerte.

Paradójicamente Breve adiós y Vuelo despejado luchan entre sí con la esperanza y la desesperanza como armas para conquistar al poeta. Breve adiós  describe –y hasta se recrea en él- un atardecer sobre el mar y , un atardecer casi sangrado, con un sol moribundo, pero que al final consigue –eso sí, solo él- burlar la muerte.

El sol se sumergía
[…]
Iba esparciendo ascuas
que mantenían los vientos,
 mientras dejaba al mar
turbado por su sangre
[…]
Lo veíamos hundirse
[…]
para al final burlar
 –él, que puede- su muerte,
 porque es fuego perpetuo.

 Vuelo despejado, en cambio, refleja la impotencia ante los deseos y la resignación de quién se sabe víctima del destino, con tres estrofas que comienzan con un Si pudiera…

Si pudiera traer a la mirada
El pájaro de luz que había en tus ojos,
[…]

Y un final que cierra toda esperanza al lector

[…]
Pido y pido, sabiendo
que nada de ello me será otorgado
pues todo está fijado para siempre.
Pero es tanto el deseo…

Y cierro mi comentario con el primer poema del cuaderno, Desamor. Poema hijo de la reflexión que nos entrega en crudo a los lectores para hacerlo nuestro. Parte con un “Pero” inicial, hilando con un pensamiento anterior que cualquiera puede tener o haber tenido. Magistral este comienzo que cautiva al lector para llevarlo al corazón de su reflexión, utilizando la fría piedra como contrapunto a la ternura que podría tener un poema de amor como los comentados anteriormente. Es un poema masticarlo despacio

Pero la carne siente el desamor,
se mortifica con el desengaño
de no ser dura, como lo es la piedra;
[…]
 

Ójala pronto se vean estos poemas acompañados de otros en un nuevo volumen. Merece la pena seguir leyéndote, oírte y conversar contigo, Rufino, por eso, por nosotros y por el poeta y el hombre también merece la pena que sigas escribiendo.

Yo he tenido la suerte de compartir y continuar la amistad personal que inició mi padre. Hoy además tengo la suerte de haberla enriquecido compartiendo nuestra pasión por la poesía.


Fotos: Eladio Méndez
Texto: Francisco Javier Carmona Camarero.

domingo, 11 de diciembre de 2011

LICÁNTROPO NO ES UNA FLOR

Este es el título del nuevo poemario de José Mª del Álamo y que nos presentó el pasado día cuatro en nuestra tertulia.


Tras muchos años de espera, saca a la luz sus versos. Versos en los que, fiel a su modo de concebir la poesía y de interpretar la vida, manifiesta su rabia, su denuncia de todo los aspectos en los que el ser humano se degrada y degrada cuanto toca.



Los poemas que componen este libro dejan impresa en el ánimo del lector la sensibilidad del poeta a través de conseguidas metáforas y personificaciones como las que componen en su totalidad el primer poema “Obertura” en el que “La aurora despierta con pájaros sin alas/ y por las avenidas desfilan alacranes.”
Las figuras del alacrán, el lobo, las avispas, el escarabajo, aparecen a lo largo del libro en representación del mal: “(Vuelan los alacranes por todos los confines/sin que nadie le ponga coto a sus desatinos...)” (pág.13). “El miedo es un escarabajo que huye despavorido” (pág.17) . “...y llueven alacranes/ en la luna sin luz de la memoria...” (pág.24)


A lo largo del poemario tenemos la sensación de que es el miedo el que nos lleva de la mano a transitar por los distintos paisajes del horror: “Ya no puedo escribir sin la tinta del miedo” (pág.17). “(El río es la cloaca que conduce/las putrefactas aguas insalubres/ hacia el mar del miedo...)” (pág.22) “El elefante del miedo/extiende su trompa larga...)(pág.37) “El miedo se encarama coronando las cimas,” (pág,39
La denuncia es un impulso estremecedor, urgente de proteger al débil. Los ancianos, los pobres, los niños, ocupan un lugar privilegiado en su corazón. Como ejemplo, estos versos del hermosísimo poema “Ruanda-Zaire” : “veo un niño que cuelga/bajo un techo de paja/(en su cara sin risa/las moscas se pasean)./La miseria es un nicho/inmenso donde nadie/conoce la esperanza como palabra cierta...” (pág.32).

Insisto en la profusión y fuerza de las metáforas que le que confieren al libro un sello personal y atractivo: “El azufre del mal” (pág 16). “Las alpargatas del hambre” (pág18). “El averno cóncavo y frío de la memoria”(pág.24). “Beirut es una llaga/en la cara del mundo”(pág.35).


Como asidero, como lugar en el que refugiarse buscando asilo para que el hombre, el poeta mismo, pueda salvarse de tanta destrucción, está el corazón donde aún queda un espacio para la esperanza, para el amor y a él nos invita a acudir este poeta entre metralla y metralla de desolación.: Algún recóndito lugar habrá en algún sitio/que no pueda dañar el sol en mis retinas, ni la luna/del alba...)(pág.17). “Hoy la luna se posa en el estanque/y el jazminero crece en las paredes./.../Entérate, yo solo quiero/que no nos coja el alba con sus lloros.”(pág25).”Me basta con saber que estás presente./Con mirar a tus ojos sin recelo./Con saber que te tengo cada instante.” (pág27).
Así , pues, no todo está perdido. En el hombre habitan al mismo tiempo la fiera y el ángel. Es cuestión de darle protagonismo al último y silenciar al primero. Y esto solo se consigue desde la paz que cada uno llevamos dentro. En los últimos poemas el contenido del libro se dulcifica, se advierte una luz que va encendiendo ese espacio íntimo en el que todas las bondades son posibles. Así lo manifiesta en el preciosos poema “Si te dicen que caí” :”Si te dicen que caí, vendré por las ventanas/clareadas del alba, y al sol de cada tarde/le trenzaré mis versos, en forma de bandera/ tejida de esperanza.”(pçag.44) O en el hermoso poema en que, a modo de nana, los delfines son los protagonistas: “En el mar de los delfines,/canciones para la calma.” (pág.47)


Acaba el poemario con una declaración al lector en la que le dice, nada más ni nada menos, que cundo lea sus versos “tendrás ante tus ojos reflejada mi alma...” (pág51). Nada más cierto, porque si algo se puede afirmar con rotundidad sobre este poeta, José Mª del Álamo, es que es una persona sincera, honrada, sin dobleces.

Le deseo un próspero futuro a este poemario. Se lo merece por la belleza de su forma y de su contenido y, sobre todo, por la autenticidad y valentía de su mensaje.

Gracias, José Mª, por compartir con nosotros un pedacito de tu alma.

No tardes mucho en entregarnos más poemas.

Un abrazo:
Ana Mª Castillo.