jueves, 7 de julio de 2011

Última tertulia del curso con versos de Ana Belen

Cuando dejamos que nuestras primeras ilusiones caigan, arropadas por la emoción, hasta la tierra temprana que pisamos siendo jóvenes y esperamos con brío y paciencia que ellas se emancipen convertidas en vigorosos versos y centelleantes guías, luminarias al fin y al cabo, de nuestro provecho y proyecto futuro, no lo hacemos ni convencidos ni queriendo, tan solo nos dejamos vencer a ese horizonte que se presenta anidado de suertes, extraño a nuestro aprendizaje, pero apetecido y esperado cuando seamos otros y otros sean quienes digan, siempre a favor de aquellas ilusiones primerizas, que de la labor del pulir y limpiar somos señores (y señoras) en este ominoso mundo poético del que se espera una parcela propia.

Porque si algo queda de la poesía de la juventud, a menos que sufriera de un terrible ahogo conspiranoico, contra nosotros mismos y acabara en la papelera, es que esa poesía de juventud, escrita sobre carpetas o sobre cuadernos escolares, se insertaba en la memoria con el deseo de desenvainar una espada y defenderse del olvido que con la adultez se marginan los versos copiosos de ilusiones primerizas como de los primeros amores que se sienten puros e interminables.Ana Belén ha tejido esas ilusiones sobre un óleo convertido en versos, rimado o sin rimar, medido o sin medir, pero que advierte la vida, su vida pequeña pero grande, y el imaginario juvenil de quien se siente herida por un romanticismo que ha de devolverla al reino donde el amor triunfa sobre el olvido.He tenido la tentación de buscar los primeros versos de Darío, Coronado, Hernández, Lorca, etc., para poner ejemplos de cuanto se escribe en la juventud tiene siempre un germen que vuelve, con el paso del tiempo, pulido y convertido en suaves flores con las que mirar el jardín poético de los consagrados, anónimos o conocidos. Para el caso es lo mismo. Me he detenido, quizá, tal vez, convierta ese estudio en una comparativa sangrante de lo hecho por Ana Belén. Ella transita velozmente y con ilusión, a sus quince años, por un mundo poblado de amores y romances, de dragones y príncipes, de vampiros modernos o deseados actores y celebridades. Yo no la he visto escribir versos sobre carpetas clasificadoras. Esas que llevábamos nosotros siendo jóvenes y transportábamos no solo apuntes por el instituto si no también advertencias a un futuro en el que no claudicaríamos la pluma, esa arma con la que conquistábamos el mundo y nos enfrentábamos al olvido de la memoria y el tiempo.

Quien no haya emborronado cuadernos juveniles con estos versos no debiera nombrarse poeta, tampoco podría hacerlo el carpintero con su aprendizaje de clavos doblados, o el ceramista cuando su primer barro seguía siendo barro y no arte.

Si el miedo al abismo del tiempo no la convence en dejarlo y dedicarse a otras cosas más rutinarias y actuales, siempre aspirará Ana Belén a dejarnos a todos como testigos de su ilusión, espero que no rota, y de la incipiente espera que ha de moldear su poesía con el paso tranquilo que ha de marcar su evolución y la valiosa fragua que nació para creer que cuantos hacemos algo llamado poesía tiene el valor importante de seguir esculpiéndose en otras voces y en otros rostros que ahora fluyen en hormonas presas del fulgor romántico de la juventud.

Aunque fuera solo por intentarlo.

Aunque respetemos el flujo de ese valiente huir con que la vida se apropia del conocimiento futuro no daríamos nunca fe de sutímido canto que despierta en el alba de los ilusionados luchadores que hacen frente al dominó de las palabras si como perezosos idólatras, que somos al fin y al cabo, no nos apropiásemos de valiosas antorchas con las que la guiásemos hasta el amanecer.

Precisamente es eso cuanto hacemos de provecho para Ana Belén en cada tertulia de esta Asociación, unos más que otros he de reconocerlo, con su importante dicha, con el tremendo alba que la espera cada mañana, despertarla y fundir esa temeridad con la que, en su vida, hace frente a las irregularidades del destino, o a las taras de esta sociedad.

Sin ella, como de las nacientes ilusiones que la arropan, no hay futuro, y el futuro, que lo ha de haber de esta poesía hecha en Gallos, ha de usarse con las armas antiguas. Libritos que ella lleva de sus queridos maestros.

Con ella vive eso llamado Poesía.

LA NECESIDAD FLORAL

Cayendo

está

la luna,

en el alba fresco

de la montaña

de mis sueños,

busco entre las mantas

de las amapolas

y los claveles

una rosa viva

en la juventud

de la primavera.

No hay en este suelo

ni una sola margarita

que no sepa cantar

al alba del poeta,

para que yo,

ave madrugadora,

vuelva cada mañana

a vivir en la flor

de la vida.

Pero…

¿qué es

lo que quieren

las flores

a excepción

de la pureza?

(deCuaderno de las oportunas esperanzas, 2011)

Nota final.

A este testigo inoportuno no le hagáis caso, tan solo se conmueve diariamente al ver a este espíritu rebelde, llamado Ana Belén, en el que crece y perfecciona su ceño poético. Haced caso a estas otras palabras. En ella se ve siempre reflejado algo muy hermoso.

“- Lo que yo sé es esto, nada más – dijo Franny –. Que si eres poeta, haces algo hermoso. Quiero decir que dejas algo hermoso cuando terminas la página o lo que sea. Esos de los que tú hablas no dejan ni una sola cosa hermosa. Lo único que hacen, tal vez, los que son ligeramente mejores, es meterse en tu cabeza y dejar algo allí, pero el que lo hagan, el que sepan dejar algo, no significa que sea un poema, ¡no, por Dios! Puede ser simplemente una especie de excrementos terriblemente fascinantes y sintácticos, y perdona la expresión. Como pasa con Manlius y Espósito y todos esos

pobres hombres.

Lane se tomó tiempo para encender un cigarro antes de decir nada.”

Franny y Zooey.

J.D. Salinger.

Pág. 22. Alianza editorial, 2002.

UNA RESEÑA MUY CARIÑOSA DE LA TERTULIA CELEBRADA EN MÉRIDA A LAS 10,30 DEL 18 DE JUNIO DE 2011. Francisco José Martín del Hoyo.

Fotos: Suso Díaz