sábado, 9 de julio de 2016

Comentario de Antonio Salguero Carvajal

LA MEMORIA ENCENDIDA de Eladio Méndez
(Madrid, Amargord, 2016)

Por fin Eladio Méndez se ha decidido a editar un libro y lo ha hecho, sin pretenderlo, por la puerta grande, pues quien conoce su historia poética no tiene más remedio que descubrirse ante la evolución poética que ha experimentado desde un verso humilde hasta una poesía sólida. Además, como esta evolución la ha realizado de una forma serena, observadora, reflexiva y extensa temporalmente, el resultado es un libro maduro y distinto a lo que suele leerse hoy día, porque Eladio Méndez no se autocomplace contando sus amores y sus pesares sino preocupándose por los problemas que sufren los demás a causa de la injusticia, la pobreza, la insolidaridad, el olvido histórico y la trayectoria que sigue el mundo hacia la nada por los intereses económicos de unos cuántos a los que no les interesa sus semejantes ni el mundo, pues solo quieren (no comprende para qué) acumular dinero, el dios todopoderoso que hoy malgobierna el orbe.

Resultado de imagen de la memoria encendidaPor este motivo La memoria encendida es un libro reivindicativo, crítico y muy muy humano, pues su autor pone el dedo en las llagas de los heridos, muertos y desplazados por los conflictos bélicos, de los obreros explotados por ambiciosos empresarios, de las personas comunes que solo desean sobrevivir dignamente y se les niega la vivienda y el pan para sus hijos: “Quien alguna vez pisó el campamento / y se dejó empapar de abrazos fraternales, / quien ha bebido de la garrafa solidaria / custodiada por Teresa, / quien ha compartido almuerzo / con Petri, Ana, Maite, José, /[...] / sabe bien que forma parte indisoluble / de esta causa llamada dignidad” (“Campamento dignidad”, 91).

No es de extrañar que La memoria encendida mantenga el ánimo del lector en una continua conmoción, pues lo obliga a mirar detrás de la realidad para descubrirle que, al otro lado de la aparente normalidad, siempre hay dolor, hambre, miseria, persecución, muerte, emigración forzada, trabajo esclavo: “En la galería de la academia de Florencia / un David / tallado en piedra de mármol de Carrara... // Mientras tanto, / el granito, el mármol, el cuarzo, / la pizarra y el carbón / aguardan en la mina / las hábiles manos / de los hijos del llanto” (20). Por este enfoque crítico, La memoria encendida es un poemario que se sale del consabido, inútil y egocéntrico lamento personal por el tiempo ido, el amor acabado o la muerte que llega presurosa pues Eladio Méndez, en un gesto solidario, ha elaborado un libro comprometido con los más indefensos: “Tus manos, niño ausente, / han de estar preparadas para pintar el alba, / para inventar luceros / que iluminen crepúsculos, / para escribir la palabra esperanza / en la boca del viento. // Tus manos niño, tus manos, / si algo han de destruir / que sea la intolerancia” (“Niño soldado”, 21).

Con ese acto directo, valiente e impetuoso que traslada los hechos a la palabra poética, Eladio Méndez consigue remover conciencias aburguesadas que, en un principio se compadecen de las desgracias ajenas, pero que enseguida olvidan y vuelven a la rutina de sus vidas insolidarias: “Oprimo un botón, / del mando a distancia / y surgen noticias / en el televisor. / Indiferente, / observo las desgracias / de países lejanos, / hasta que llega la hora / del tiempo y los deportes. / [...] / Me siento contrariado, / se avecinan tormentas / y mi equipo vuelve a perder...” (“Oprimidos”, 88). O sea, Eladio Méndez urga en las conciencias acomodaticias y las invita a abandonar la actitud farisaica diciendo en voz alta y clara aquello que no interesa de cara a la galería o por miedo, cautela o simple aburguesamiento, pues a quién no se le revuelve la conciencia cuando es testigo de injusticias manifiestas: “Sobre una playa de arenas agitadas / una madre sin leche en los pechos. / Una escuela arrasada. / Un anciano divagando en el miedo / y un niño sin sangre en la infancia” (30).

Además La memoria encendida resulta un sorprendente y novedoso poemario, porque muestra cómo Eladio Méndez ha sabido esperar, hasta el punto de dar una lección de humildad y sentido común a quienes lo conocen desde sus sencillos comienzos poéticos, pues se ha ganado a pulso una voz poética inconfundible en un ámbito temático, hoy día, casi virgen. La razón se encuentra en que ha asimilado comentarios, lecturas, versos, opiniones de otros, calladamante, pacientemente, de tal manera que ahora su voz suena potente y segura con una profunda verdad, que imprime confianza y consistencia a su contundente discurso: “Si quieres entender / la ley de la gravedad, / levanta tu voz / contra la injusticia. // Comprenderás / la gravedad de la ley” (“La ley de la gravedad”, 42).

Es difícil conocer otro caso de aprendizaje y consolidación poética tan patente como el de Eladio Méndez. De ahí este libro denso, inusual, justo en sus proporciones tanto emocionales como físicas, intenso en su contenido, sin desperdicios retóricos, donde el poeta no da respiro a su inconsolable denuncia de tanta injusticia, tanta desigualdad, tanta miseria moral, material y cultural. Así su verso incendiado llega al centro de la conciencia, la agita, la intranquiliza y la hace reflexionar sobre hechos luctuosos que han sucedido (como la guerra civil y sus consecuencias nefastas) y siguen sucediendo (como la emigración masiva de personas que huyen de la miseria): “Los principales valores bursátiles / cotizan al alza / con una subida próxima al tres por ciento... // Mientras observo cómo un niño famélico / mendiga en un semáforo. // Me pregunto en voz baja / ¿qué valor tendrá hoy la banca Vaticano?” (“Sobre el valor de las cosas”, 59).

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No obstante Eladio Méndez no usa un discurso lineal sino que sabe ser tierno cuando denuncia (“Abuelo, / yo me quedé sin la ternura / de poder sentarme sobre tus rodillas... // A ti, / te arrebataron la libertad, / la vida, / y hasta tu nombre. // A mí, la oportunidad / de poder escuchar / de tus labios un cuento”, “El hurto de la historia”, 45), lírico aunque cuente un hecho espeluznante (“De nombres femeninos / en labios lacerados por el miedo, / de miradas perdidas, / de juicios sumarísimos y muerte. // Y sin embargo mira como crecen / el lirio, la genista / y la amapola, rezumando vida / en ese erial de sombras”, “La Gamonita”, 46) o diverso cuando lanza sus críticas contra los que no quieren oír hablar de la memoria histórica (18), la precariedad laboral (48), la hipocresía (“La moral,amigos míos, / no cabe en los negocios, se jactaba gritándolo en voz alta. // Este ciudadano, / honesto a ojos de su santa madre iglesia, / todas las mañanas a las ocho en punto / recibía la comunión”, 56) o la doble moral (“Años antes, el mismo policía / había golpeado con sus propias manos / el rostro de un chaval / que escribía en una pared: / amnistía y libertad para Joaquín”, 85).

También arremete contra los bienpensantes (88), los políticos (63), las multinacionales (53), la Iglesia y el Clero (57), el pasado franquista (71) y la democracia (72). Es decir, Eladio Méndez no queda títere (que se aproveche de los demás) con cabeza y su mejor arma es la ironía: “Que se casaran, vale, que comieran perdices, / también, / pero eso de que fueran felices, deberíamos ponerlo en cuarentena. // Imaginad por un instante / que las perdices hubiesen sido criadas en granja / y alimentadas con maíz transgénico / de la multinacional Monsanto” (“El cuento”, 55).

En fin, La memoria encendida es un libro personal, una seña de identidad de un tal Eladio Méndez que goza de una tremenda fuerza interior, proporcionada por años de silencio rumiando injusticias y miserias propias y ajenas. Es, en realidad, este libro una potente llamada de atención de la gente normal, de la gran mayoría que solo quiere vivir sencillamente, decentemente y no la dejan, pues el poder económico quiere llevarse todas las ganancias. No obstante, es necesario advertir que su denuncia no lo distrae de cuidar la expresión, aquí con el objetivo de que la poesía no solo sea un medio estético sino que, aprovechando sus recursos literarios, sirva para algo tan necesario como denunciar la injusticia comenzando por la nitidez del mensaje, para que llegue directa tanto a los insolidarios como a los lectores.

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