CANTATA AL VISITANTE DE MÉRIDA
Esta ciudad no late si tú no la acaricias,
si no tocan tus manos
la calidez del mármol que modela su cuerpo
ni los labios encienden
palabras que iluminen su noche dilatada.
esta ciudad, si se abre
a tu mirada amante,
desbordará tus ojos
con las aguas serenas del río
que la pretende
ofreciéndole adelfas y juncos rituales;
te mostrará las venas
calientes de sus calles,
la historia de sus piedras
donde es hermoso ver cómo el tiempo remoza
el caudal de sangre
y esta cubre osamentas, escena silenciada,
tajamares que hienden la tersidad del agua…
Trátala así, verás cómo te ofrece
la prístina emoción de su ascendencia,
inigualable luz que lentamente
Va mostrando retazos de otros días,
marciales y perpetuos.
Que sea tu corazón fanal que guarde
el esplendor yacente
y alumbre, perdurable, tu memoria:
viva emoción que haga emerger, votivo,
el tiempo soterrado, su grandeza.
[…]
(de Rafael Rufino Félix Morillón)
Con este poema de Rafael Rufino Félix, recibía Gallos Quiebran Albores, en la voz de Jesús Mendo a nuestros invitados de Ventana Literaria. Era sobre las 10’45 de la mañana, en el Restaurante Via Flavia y con un magnífico plato de migas con café. Allí entablamos las primeras conversaciones, las primeras palabras, cruzábamos los primeros nombres y pronto nos dimos cuenta de que el lenguaje que hablábamos era el mismo.
El día estaba preparado para recibir también a los grupos Noches del Baratillo y La Ballesta de papel de Sevilla y Priego respectivamente que, por diferentes razones, no se pudieron desplazar. También el día estaba preparado con una nube oscura que, cambiante, pero, a la vez generosa nos respetó prácticamente todo el tiempo.
Subimos hacia el Museo Romano, haciendo una parada ante la diosa Diana para leer un poema del Itinerario Poético de Mérida que preparó hace unos años Antonio Salguero:
Tu frontón ya no existe. Sí la planta
donde danzas litúrgicas labraron
un culto que en lo mítico levanta
tu silueta en lo azul, cual la ensoñaron.
Entre mirtos tu piedra gris encanta
y las rosas bermejas madrugaron,
para escuchar al ruiseñor que canta
al dolor, que tus ninfas olvidaron.
Tu piedra en pie con milagroso empeño
hace surgir de la región del sueño
un pasado gentil que ya reposa…
¿Vives en ti? ¿Acaso la jauría
de la Diosa Lunar pálida y fría
no mora entre tus muros silenciosos?
(de Antonio López Martínez)
Para quien haya nacido en Mérida, enseñar los rincones de su vida, donde jugó de pequeño, por donde pasó, recordar quién vivía aquí o allí, es algo que apenas se pu
ede explicar, es mejor escucharlo. Por ello, para algunos de nosotros, este hecho escapó de lo puramente histórico, artístico o literario. Allí en el Museo, nos esperaba Rafael Soriano, guía voluntario que, tras 70 años de pisar estas piedras conocía, no solo su tacto, sino qué late dentro de ellas. Fue entrañable escuchar sus explicaciones, más humanas que técnicas y, sobre todo, vividas, como cuando recordó que el pretil de pozo expuesto en la planta principal era “su hermano”, y lo era porque lo descubrió su padre.
Se nos pasó el tiempo marcado en el museo y la lluvia espoleó a estas cerca de 40 personas a llegar al restaurante para compartir un almuerzo. De nuevo, se volvieron a cruzar las palabras con otros nombres que antes no habíamos escuchado. Apareció por entre las mesas la sorpresa de Carolina Coronado, enrollada en forma de papiro y cerrada con un lazo que nos entregaron nuestros amigos de Almendralejo, de esa manera en la que fácilmente vuela la poesía, de mano en mano, con el lema “Léelo, disfrútalo, divúlgalo” como ya hemos ideado aquí hacer alguna vez, eso de regalar poemas, y aún no nos hemos atrevido. Bonito, ¿verdad? Así que aquí también debe aparecer ella en esta crónica, Carolina Coronado, con este “Romance a una coqueta”:
Como aquellas lucecillas
vaporosas y ligeras,
que sin calor a millares
se levantan de la tierra,
Los amores en tu pecho,
fragilísima belleza,
sin que su fuego te abrase
alzan mil llamas diversas:
Brotan, lucen, se disipan,
otras nacen tras aquéllas:
la inconstancia las apaga,
la liviandad las renueva.
Y en el momento en que quedó vacío el salón se sirvieron las musas. En aquel rincón se improvisó un recital cálido que escapó a cualquier protocolo previo (pese a que Mª Paz se había mentalizado para domar y coordinar el acto). Sin guión, sin reglas, sin tiempo,… comenzaron a alzarse las manos para pedir la palabra y la poesía y alternativamente (o casi) iban saliendo amigos de Almendralejo y de Mérida entre los pellizcos fotográficos de Eladio y Suso para que no se perdiera nada.
Por Ventana Literaria leyeron o declamaron Mª Teresa Rodríguez Carretero, María Bote Bote, Rosario Delgado, Antonia Mesías Zambrano, Manuel Rodrigo Asensio, Carmela Rodríguez Cruz, Ana Chari del Álamo González, Juan Luis Ortiz, Natividad Robles Villena y Mª Carmen Díez Filgueras. Por Gallos Quiebran Albores Ana Castillo, Gregorio Yáñez, Jesús Mendo, Eladio Méndez, Mª José Fernández, Toñi Cerrato, Ana Belén Martín, Francisco José Martín y Javier Carmona. Y entre las dos aguas, aunque navegando solo con la de su magnífico poema Guadiana, José María del Álamo.
Imposible dejar aquí todo lo que se leyó o declamó, pero como muestra dejo un poema de Mª Carmen Díez, titulado “Te amé en París” (un soneto blanco), y otro de Gregorio Yáñez titulado “Susurro”.
TE AMÉ EN PARÍS (de Carmen Díez)
Te buscaba en Paris aquellos días
de primavera alegre y noches locas.
Te busqué por los Campos Elíseos,
en el metro, por los escaparates…
Recorrí la Ópera y los cafés.
Perdida en la nostalgia de tus brazos,
crucé los puentes desnudos del Sena
y fui gorrión herido por tus besos.
Quise pintar de rosa mi fracaso.
Viví Montmartre, su bohemia azul
en cada esquina, en cada boulevard.
Te amé en París. Bajo la luna naïf
era tu dulce boca de absenta y swing,
otra revolución, otro suicidio.
SUSURRO (de Gregorio Yáñez)
Oculto en la arena
atesoro una amor,
porque me duele la pena,
porque me apena el dolor,
solo en la luna llena
de las olas el rumor,
a mi alma rota, serena
el recuerdo de su voz.
Sobre aquel se posa el mar.
La mar lo encumbra en las olas.
Las olas lo obsequian al viento.
Y el viento a las caracolas.
A las orillas del mundo
arriba mi amor, a solas.
Mereció la pena el día, que, a buen seguro no será el último.
Muy interesante fue el encuentro poético en Mérida, bien organizado por Gallos Quiebran Albores y,de valor estimo esta crónica vuestra, meticulosa y concienzuda de todo lo divino y humano que allí aconteció.
ResponderEliminarAbrazos muy cordiales.
Goriot.
Agudo en las descripciones. Javier Carmona refleja y da testimonio de lo que vivimos en esta jornada de encuentro poético.
ResponderEliminarMª Paz
Lo bueno qué poco dura,
ResponderEliminarpero qué bien queda
guardado en el alma.
Felicidades a todos. Un abrazo
ResponderEliminarQueridos amigos y amigas de Gallos Quiebran Albores.
ResponderEliminarAnte todo pediros disculpas por mi tardanza en entrar a comentar.
De verdad que no tengo palabras para expresaros mi agradecimiento por vuestra exquisita acogida en el encuentro. Pasamos un día maravilloso que no podremos olvidar. Todo resulto precioso:el recibimiento, la organización,la visita turística, la comida, el recital, los regalos...todo con gusto y gran sensibilidad.
Muchísimas gracias de todo corazón ¡¡
Fué una experiencia inolvidable que tendremos que repetir, no os parece, amigos...?
Lo negativo: que no pudieran estar los grupos de Sevilla y Pliego, a ver si en la próxima ocasión puede ser...
Un abrazo para todos/as, con mi más sincera gratitud. Carmendy