Hace ya más de dos
semanas, Faustino Lobato nos presentó su libro de poemas En las
horas, un concierto de sonidos diminutos.
Sí, fue hace ya tiempo, allá por el 12 de mayo. Este humilde redactor perdió el material con el que debía hacer la crónica y
hoy mismo recibí por correo electrónico del propio Faustino una
copia cuyo archivo ha titulado “modificado, definitivo y barrido”.
Esta anécdota no serviría sino para rellenar renglones si no fuera porque ilustra el trabajo de artesano, de depuración, limpieza y amanuense que Faustino ha realizado con su
libro.
Llegó
a la tertulia diciéndonos que el ejemplar que nos había mandado ya
había sufrido modificaciones, incluso retirado y hasta reciclado
poemas como entradas para cada una de las partes. De esta manera, la
tertulia resultó en un desnudo total de su poemario. Fue una lección
acerca de cómo puede evolucionar un grupo de poemas desde una idea
original.
Faustino
nos presentó un libro en el que lleva varios años trabajando a partir de
una idea cotidiana, las horas y los sonidos de las horas en el hogar.
Más allá de la anécdotas, el autor desea transmitir al lector sus
sensaciones en esas horas ante los sonidos que les dan vida. Y nada
más comenzar a leer encontramos la primera sorpresa: su ciclo
circadiano comienza a mediodía. Aquellos que trabajamos por la
mañana entendimos perfectamente que la llegada a casa es el
verdadero comienzo del día.
“Es
mediodía.
Nada me parece igual
ante
este desequilibrio de las musas
prostituyendo
las moscas.”
Con
estos versos ha comenzado el mediodía. Es el momento de llegar a
casa y el poeta no ve ese momento, mientras llega por la interminable
avenida, con una descripción limpia de elementos superfluos, casi
cinematográfica, como un guión de cine o una acotación teatral, y
al final el sentimiento que produce en el poeta y desea
transmitirnos:
“Semáforos
en rojo, después una rotonda.
Delante,
un coche fúnebre;
a
la izquierda, el largo seto
que
divide la avenida.
Dentro
de mí, el deseo
golpea
las arterias.”
Es
la cotidianeidad la que sirve de impulso para cavilar y reflexionar
sobre nosotros:
“Acaba
de pasar el mecánico del ascensor.
Dejó
un recibo de arreglos y el silencio.
El
aire
seco,
el cielo gris.
Un
puzzle.
Nadie
ocupa el lugar del otro. Nadie
se
conoce.”
o
como en este ejemplo:
“Deambulo
por la casa
rozo
el revés de las gaviotas,”
En
la tarde ya nos encontramos una vida puesta en marcha . Aquí se
puede apreciar cómo los sonidos pueden ser también los de los
recuerdos, los del pensamiento, además del roce de una caja de
cartón en el trastero:
“He
cerrado la puerta que
sepultaba el
pasado
en
la húmeda oscuridad del
cuarto
de
los trastos viejos.”
Pero
también esos sonidos pueden provenir no de lo cercano sino de lo
lejano en el tiempo y en el espacio en este preciosoTango
Marino,
recordándose en la arena del mar:
“Hundo
los pies en la alfombra,
el
agua del deseo juega con el recuerdo.
Y
estos sonidos y este tiempo combinan con otras sensaciones
produciendo bonitas sinestesias como la siguiente:
Era
sábado cuando descubrí
que
tenía tu perfume
pegado
a la camisa.
La
noche aparece, como él expresa, “en la orilla de los ruidos” con
estos maravillosos versos iniciales:
“La
noche confunde el aire de los rostros,
mantiene
las palabras
con
ese tono de humedad
apunto
de perderse en la memoria.”
Y
el primer poema de la noche, muestra una bonita dicotomía entre el
silencio y su quietud y un leve sonido que puede desencadenar un
cambio en esa quietud:
“El
silencio dobla la medianoche,
pide
perdón a las voces en tránsito,
dejándose
mecer en las horas de brisa.
[...]
Las
paredes de esta habitación
están
a punto de arder.”
Y
de nuevo, como hizo antes con las gaviotas, hace con las horas,
jugando con las vueltas y lo blando del tiempo en la noche, ahora
todo es lento:
“Te
llamo en el reverso de las horas.
Tu
voz me devuelve a la calma,
despeja
el pulso de la noche.”
Finalmente,
la mañana es el “destiempo de las horas”. Es el tiempo doblado
desde la noche, continuación de esta para terminar ese ciclo
circadiano que comenzó a mediodía. Esta mañana que Faustino
describe es una mañana sin prisas tras “la noche bruja” que
aparecía en la parte anterior.
“Abro
los ojos.
La
mañana envuelve sueños
en
los bolsillos de nadie.
Las
nubes arrancan su griterío
a
los tejados.”
Una
mañana que nace con vida y movimiento tras la noche lenta. Y de
nuevo la sinestesia, el tacto, el color y el sonido del maremoto.
¿Qué es la pasión sino una sinestesia continua, un cocktail de
sensaciones?
“Un
ritual de piel y agua desborda los colores.
[...]
¡Quién
puede detener el maremoto de los sueños
cuando
la piel y el agua se confunden con el aire!”
La
mañana no resulta sino la conclusión del día completo, la
conclusión de lo que somos, la suma de todo, de lo cotidiano y de lo
profundo:
Llegó
el cartero en el destiempo
de
las horas tempranas. Los ruidos
se
espantaron con el timbre de la puerta.
Solo,
el zumo de naranja brillaba intacto.
Somos
paréntesis..., sueños.
Faustino
Lobato nos enseñó a observar más allá de nuestros ojos y a
escuchar lo que oímos continuamente, haciendo nuestra esa sensación. Fue una original propuesta la suya que en ningún momento olvidó la poesía.
El
intercambio de opiniones, correcciones y sugerencias enriqueció la
lectura de esta idea que Faustino llevó al papel y desde luego, que
todos los que leímos el libro de poemas, llevamos con nosotros al
hogar. Nada menos que poesía.
Poemas de Faustino Lobato
Texto de Francisco Javier Carmona
Fotografías de Eladio Méndez
Querido amigo, me ha encantado tu recorrido por esta propuesta que nos embarcó aquella tertulia del sábado. Gracias por tus generosas apreciaciones. Un abrazote Javier. Con afecto y admiración,Tino
ResponderEliminar