sábado, 5 de marzo de 2011

Juan Manuel del Pozo

El pasado sábado día 25 de febrero Gallos quiebran albores celebró su siguiente tertulia literaria, cuyo protagonista fue Juan Manuel del Pozo, que presentó a los asistentes 18 poemas bajo el título genérico de Epítemos (recuerdos).

Nacido en 1944, Juan Manuel conserva un aspecto joven y un porte elegante como su poesía que, según cuenta, tiene poco tiempo de vida pues, hasta hace poco, no había leído ninguna literatura y no había escrito ni un solo verso. Este hecho, sin embargo, no es obstáculo para que su léxico poético se asiente en un vocabulario variado y rotundo, donde ha introducido palabras con encanto de antaño, que imprimen un tono especial a su voz cuando rememora vivencias pretéritas de su pueblo: ”Vengo de un pueblo que es viña / de mi cepa que se añeja, / donde seremos racimo / mis sarmientos y su tierra” (“Vengo …”).

Su pueblo, Alburquerque, ya presente en el Romancero (¡Alburquerque, Alburquerque, / bien mereces ser honrado …), dispone de un soberbio castillo con un enigmático y poético nombre (“Castillo de luna”), cuya visión misteriosa entre las empinadas callejas y su contemplación en las serenas noches de luna habrán acrecentado el bagaje poético de Juan Manuel, muy predispuesto por otra parte a asimilar todo lo relacionado con su lugar de origen: “En su seno me parieron / en una noche de fiesta, / arrancándole a mi madre / cuajarones de grandeza” (“Vengo …”).

La casualidad de un certamen poético en un Curso de acceso a la Universidad para mayores de 25 años, en el que Juan Manuel se vio obligado a participar (por no hacer el feo), fue el detonante que exteriorizó los sentimientos y vivencias, que debía tener guardadas en el subconsciente (Freud lo explicaría así) para que, no sin pudor, salieran en tropel desde su emoción más íntima al papel que, inmaculado, lo esperaba impaciente desde hacía años: “Mostrando mi ropaje paladín / a otros jardineros, por si acaso, / bien pude comprobar ¡oh cruel fracaso! / que aquello era el edén del un don din” (“Jardín del viento”).

¿Y qué guardaba Juan Manuel como codicioso tesoro en su cofre de sentimientos íntimos? Los recuerdos y vivencias de su infancia y su juventud, sus correrías por el pueblo y alrededores, la figura imborrable de su padre y de su madre, su experiencia de hombre maduro que vio fracturada por una desafortunada relación (que, sin embargo, le dejó cinco hijos de los que se siente especialmente orgulloso: “Son cinco sendos ecos que se enraman / al verde de mi yedra”), la soledad sufrida durante años (“¡Te lloro, soledad! / Has sido fiel amiga y compañera, / mi amante de cristal!), el reencuentro con el amor de una sensible mujer, fina poeta, y la llegada de una hija común.

Y así, como sin quererlo, Juan Manuel del Pozo ha resuelto el enigma que ha planeado como una interrogante en todos los ambientes presididos por el Parnaso desde hace siglos: ¿El poeta nace o se hace? Teniendo en cuenta su corta historia poética, que comenzó ya maduro, parece ser que existen poetas que nacen, pues Juan Manuel hace gala de un sentido poético de la realidad que no es normal encontrar en poetas más avezados y que se detecta en sus sorprendentes y naturales imágenes: “Quebrada, como caña en el desierto, / quedó sonora voz que antaño fuera. / Mudo el eco, sin alba venidera, / y el toque de campana en tono muerto” -“Aquella sonora voz”-).

No obstante, que goce de estas condiciones innatas no le resta mérito a su labor poética, pues se nota que sus versos no han sido creados en el momento de decirlos, sino que han estado madurando durante años en ese cuarto interior, donde el psicoanalista antes mencionado aseguraba que el ser humano guarda todas sus experiencias y que éstas salen a la luz en el momento más inesperado, normalmente aguijoneadas por algún suceso accidental como es el caso del concurso convocado por un profesor idealista, que indujo a sus alumnos a la tarea inútil (aunque bendita) de escribir poesía: “Un maná de rosa herida / el manantial de tu boca. / Imaginaba tus besos / como el muerdo de una loba” (“Donde el amor es placer”).

Luego Juan Manuel ha sabido rebozarlas con esa condición insustituible en cualquier poeta de raza que es la emoción, porque se nota que este sensible vate no vive la vida por vivirla sino por sentirla emocionadamente. De ahí que la columna que sostiene su poesía se apoye en el ímpetu emotivo, la fuerza lírica y una segura contundencia, que imprimen un brío especial a unos versos que encuentran su máximo sentido poético cuando él recita sus sonetos, romances y décimas con una distinguida solemnidad: “¡Por tanto amar, corazón, / surcos llevamos de llanto! / ¿No auguras del cielo un canto / convocando a redención?” (“Surcos de llanto”).

Fue emocionante oírle recitar el poema dedicado a su madre, donde muestra un profundo dolor por no haber estado junto a su lecho de muerte cuando se produjo el fatal desenlace: “Sangrando está mi amor de parte a parte / y herido el corazón por el castigo / que aviva mi dolor si no consigo / estar cerca de ti, para abrazarte. // Mis días sólo ansían encontrarte. / La noche es mi penar y mi enemigo. / Abierto dejo -en sombras- mi postigo / y aceite en el candil, para buscarte. // Beber quiere mi alondra en tu venero / y anidar en tu pecho, quedamente, / y rebesar tus labios dulcemente // para olvidar el frío de tu frente / que heló mi corazón, y heló mi mente, / cuando besé tu ¡adiós! con un ¡te quiero!” (“Cuando besé tus labios”).

En fin, la tertulia se desarrolló en un clima amable y muchas apreciaciones positivas hicieron los asistentes a este poeta de verso consistente, verbo maduro y dicción poderosa.

Antonio Salguero Carvajal

Fotos: Eladio Méndez

4 comentarios:

  1. Magnífico reportaje este de Antonio Salguero sobre la poética de Juan Manuel. Me alegro enormemente por él y siento no haber estado. Felicidades y éstas son de corazón. Un abrazo. Tino

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  2. Enhorabuena a Juan Manuel por tu manera personal de hacer las cosas. Antonio nos ha transmitido muy claramente tu poética a quienes no pudimos estar. Un abrazo para ambos.

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  3. Después de leer el comentario que Antonio hizo sobre los poemas presentado por Juan Manuel del Pozo con el titulo genérico de Epítemos, tengo la sensación de haber asistido a dos tertulias en vez de una. Disfruté con los versos de Juan Manuel, colmados de sentimientos e imágenes metafóricas sugerentes encajadas con maestría y naturalidad en sonetos, romances y décimas y he disfrutado con la lectura que de ese trabajo ha realizado nuestro amigo Antonio, el recorrido que hace por la vida poética de Juan Manuel, así como los comentarios que aporta a su poesía me parecen sencillamente buenos y aunque he de decir que el trabajo de Juan Manuel me sorprendió gratamente, en el caso de los comentarios de Antonio solo hacen que me reafirme en la opinión que tengo sobre la maestría y capacidad de síntesis de la que siempre hace gala con la modestia que le caracteriza.
    Enhorabuena a ambos.

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  4. Hola, sólo decirles que Juan Manuel intentó, hace ya días, dejar un comentario en esta entrada, para agradecer a Antonio la reseña y, a los demás, sus comentarios. No hubo forma de que comentario se quedara,suponemos que es porque él no tiene blog. No admitía su dirección normal de correos.
    Sin más, un saludo a todos.

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