En la tertulia de Gallos quiebran albores, el pasado sábado 10 de marzo, Antonia Cerrato Martín-Romo nos deleitó con la lectura de sus poemas. Desde Flor de harina hasta A un pomelo nos mostró un itinerario pleno de logros poéticos.
En el primer poema evoca la tragedia de Haití donde
después de la ira de la tierra
y la rabia de un oleaje
que impone su dictadura,
unos ojos de océano
−peces en desbandada−
escrutan la mano
que tan firme asola.
Finaliza, poniendo su mirada transida de dolor en la figura más desvalida:
¡Ay, mi niño haitiano,
flor de harina!
Ojalá de pan los versos
cocidos para ti.
Ojalá de entre escombros
y muerte,
brote tu sonrisa.
Continúa nuestra poeta con un ofrecimiento de solidaridad: Allí quiero estar yo, donde la expresión se reitera y resuena con insistencia de estribillo, con exigencia de una rima asonante que confirme la rotundidad de la decisión de acompañamiento en horas sin fortuna:
allí donde alguien sufre
quiero estar yo…..
para ser brazo y no palabras,
cimiento, argamasa, techo, vestido,
pan, vino y arroz;
allí donde cocinar pueda la alegría
quiero estar yo.
En el siguiente poema nos muestra una postal de Badajoz: En los ojos del Guadiana. El botellón de los jóvenes, un hecho que a primera vista pudiera parecer alejado de la inspiración poética, es sublimado y contemplado desde ángulos más originales:
Ya han vuelto, como globos de colores,
lo jóvenes
a la orilla del río.
Sus risas, igual que farolillos de feria,
iluminan las aguas,
ahora quietas, del Guadiana.
………………………….
nadie mira:
ausente la torre, ciego el castillo,
cómplice el puente.
La contemplación de la fotografía de una niña con paso adelante y mirada atrás es percibida por la poeta en todo su contraste entre la pobreza del entorno y la dulce alegría de su rostro. De ahí nace el poema Me quedo contigo, niña
… me quedo con la risa
de tus ojos,
almendras dulces;
… me quedo con la alegría
de tu rostro,
la paz de tus manos
y esa esperanza que parece nacerte
como alas de arcángel.
La autora, a través de sus poemas, va desnudando su alma hasta mostrar lo más recóndito de sí misma, sus propios temores:
Me temo que he perdido el camino, la llave.
……… que he perdido las tardes de membrillos y de siega,
el consuelo de la encina, las orillas de un río que me atraviesa
de norte a corazón.
………………………
Me temo que he perdido mi sitio, el mosto de la prensa,
la algarabía de los días de fiesta, la voz inconfundible de mi padre
…………………….
Me temo que he perdido el libro y la palabra
El paso del tiempo, la sucesión de estaciones, nada escapa a la contemplación de nuestra poeta. Ahora se detiene en el invierno:
Apostado está el invierno
a las puertas de la ciudadela,
lloviendo olvidos
sobre los espejos de sus calles,
donde ya nadie
busca cobijo.
En el hogar,
arden los troncos secos
con el suplicio de la juventud huida
y la memoria imposible
de la hoja verde.
Y tras la consideración del tempus fugit, evoca dolorida la memoria del poeta amigo Antonio Román Díez García:
Como un pajarillo
de las ramas olorosas del naranjo
caíste, flor de azahar, aún fresca.
……………..
La mañana se hizo infranqueable
en aquel huerto,
refugio de gorriones.
……………
No hay risas en la plaza
y un murmullo de crespones
acompasará tu repentina despedida.
En la exquisita selección de poemas que Antonia Cerrato fue desgranando en la tertulia de Gallos quiebran albores, nos mostró uno para ser declamado a dos voces. En efecto, establece un paralelismo entre la superación del águila en su paciente y sufrido desarrollo y la lucha de la mujer por vencer obstáculos en el reconocimiento de su dignidad de persona. Ambas voces, la del águila y la de la mujer, se yuxtaponen a lo largo del poema:
A veces águila
que rompe su pico
contra el muro liso de la incomprensión.
Muda y hambrienta
allá tú sola
en la soberana altura.
Que te arrancas el plumaje
de aquella engañosa ofrenda,
para proseguir un día, un siglo,
con más de lo mismo.
Ave encorvada, despojada
de toda belleza,
reclusa a quien nadie visita.
La voz pausada y clara de Antonia Cerrato fue transmitiendo a los contertulios presentes su poética percepción de profundas vivencias. En esa emotiva expresión de sentimientos resonaron frases logradas que calaron en el auditorio: Hoy no he querido peinarme el alma; o bien, la risa de las tostadas / se ha quemado en la cocina.
El recital finalizó con una composición rimada en asonante: A un pomelo, un pequeño árbol escondido junto a las cuadras, al final del patio, que
no puede ver desde su altura
las recias torres del castillo.
…………………. no se queja
ni reniega contra el cielo.
………………………………
porque entre espinas y azahar le crece
al pomelo el corazón.
En resumen, la tertulia constituyó una hermosa jornada donde constatamos y saboreamos la intuición poética de Antonia Cerrato, a la que felicitamos por su evidente progreso en la perfecta elaboración de sus poemas, a la vez que le agradecemos el gozo que nos brindó con la lectura de sus inspiradas composiciones.
Jesús Mendo Sánchez
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