domingo, 26 de febrero de 2012
Trinidad Ródenas en Gallos
Esta mañana quiero presentaros no a Trinidad, a quien casi todos conocéis, sino esta obra suya “A orillas de otra luz” que tan magníficamente ha editado Imcrea. Su editor, Manuel Romero Higes, es alguien que crea desde la creación propia del escrito haciendo de cada libro una pequeña obra cuidada y con carácter propio.
De entrada hay que decir que estamos ante un poemario que no tiene nada que ver con las otras formas de hacer poesía nuestra amiga y poeta Trinidad Rodenas.
Esta obra, “A orillas de otra luz”, es diferente a aquella titulada “Bajo la piel del agua” editado por la Diputación de Badajoz en el año 98 donde las situaciones vitales estaban protagonizadas por el amor, unas veces ausente y otras encontrado; ni tiene nada que ver con otro poemario editado unos años antes en el 95 en el numero 37 de la colección Kylis llamado “Mar de fondos”; ni con aquel otro, publicado también en otra colección que dirigía Robles Febré, Uziel, en el año 99 titulado “La voz oscura”; ni tampoco con otra obra “Salva la noche” reseñada en el Boletín de la Real Academia Extremeña. La obra que hoy se presenta se acerca, salvando las distancias temáticas, al intimismo del poemario “Horas caídas” donde el presente continuo juega un papel importante en el yo poético.
Robando unos minutos a nuestra autora y desde el permiso que ella misma me ha otorgado quiero apuntar algunas notas respecto de este poemario:
1. El título y los campos semánticos: mar / luz.
2. La obra y su significado.
3. Las partes de la obra. Su arquitectura.
4. El sentido metaliterario de la misma.
1. EL TÍTULO Y LOS CAMPOS SEMANTICOS: MAR/ LUZ
“A orillas de otra luz” recoge unos versos de inicio y final de la propia obra. Los que aparecen al inicio, se encuentran en la segunda estrofa del primer poema donde el campo semántico mar está adjetivado por el sosiego indicando así el significante de este mar sosegado que no es sino el mar de la niñez perdida, que junto con fantasía y oleaje plantea el paisaje literario de lo que se quiere observar: el inicio de la vida desde la orilla de otra luz , desde el conocimiento sereno de lo vivido. Así, el poema dice:
Mar de mi niñez perdida
Fantasía de sal entretejidas
En un cubo de arena,
Oleaje de risas
A orilla de otra luz.
Por otro lado, este verso “A orilla de otra luz” que aparece en el final, en el poema cabecera de la tercera parte con la que se cierra la obra. El contexto de este verso indica ese momento desde donde el sosiego mira lo vivido. Y dice así:
Hoy niña retornas
A este mar sosegado
Remanso íntimo
A orillas de otra luz.
Permitidme que, de una forma breve, compare estos versos de la obertura y del cierre que le dan título al poemario A orillas de otra luz con el que la autora parece indicarnos el gran significado de la obra: mostrar que el Mar de (la) niñez perdida, tarde o temprano se transforma en mar sosegado, en remanso íntimo como la condición sine qua non seria imposible ver nada.
Si nos fijamos detenidamente este campo semántico de el mar que progresa, que no es solo mar de niñez perdida sino también de sosiego, parece llevarnos a esos trasuntos del corazón que se pregunta por el descubrir tesoros en la inmensidad (mar) del ser al mismo tiempo que intenta observar fuera las alternancias vitales, los (oleajes) cotidianos.
Y junto a este campo semántico otro vocablo de la naturaleza, el principal, el protagonista del propio título, la luz. Este está dentro del espectro de la vida, de la libertad, del conocimiento cierto. Estar en la orilla de otra luz es como decir estar en ese punto donde el Misterio, con mayúsculas, se nos desvela, desde donde el propio yo se atreve a mirar abriendo con suavidad ese velo que recubre las cosas intimas sucedidas en el diario y que, de no ser miradas así, se perderían en el anonimato de las cosas.
Teniendo en cuenta todo esto el título “A orilla de otra luz” es el indicativo más apropiado para subrayar ese estar vigilante ante la relatividad de las cosas que se suceden, esas que se vuelven emoción y permanecen en el registro de la memoria y que, como es el caso, se transforman en versos.
2. LA OBRA:
Este poemario es la autobiografía de Trinidad al mismo tiempo que el metarrelato biográfico de cada uno. Toda la obra esta hilvanada por versos de la emoción, poemas que nos hace guardar silencio que no callar y aguardar lo mejor de nosotros en el rastreo de lo íntimo. En concreto, la obra la componen unos poemas con carácter propio que nos introduce en un viaje valiente a las Ítacas personales.
3. LAS PARTES DE LA OBRA, SU ARQUITECTURA:
La genialidad de este poemario este en el hecho de haberse construido desde el cuerpo mismo de un poema situado en el Exordio, en la Introducción, que en clave operística sería como la obertura. En este poema, cada estrofa vendrá a ser en el desarrollo de la obra, como las ramas que soportan los versos que a su vez darán origen a otros poemas. Así, las tres estrofas del poema introductorio serán la base de las tres partes del poemario. Y a su vez, cada uno de los versos de esas estrofas serán los títulos de cada unos de los poemas en las diferentes partes. Poemas que no son más que explanaciones emocionales de los versos del poema inicial.
En resumen, en este poema del Exordio, se anuncia toda la obra, un viaje a través de la memoria recobrada en los instantes pasados; un recorrido por las olas del mar de otros días con la salvedad de que esto que se narra es algo más que un rememorar, es un vivenciar la siempre presente niñez, el rescoldo de las llamas primeras. Siendo niña/ niñez el campo semántico protagonista al que se engarzaran todas la emociones.
3.1. La infancia y sus asombros.
La primera parte, tiene un poema de cabecera que comienza con el sentir un “cada mañana”, como indicador literario de las constantes vitales del yo poético, centrado en la figura de una niña dispuesta a sorprenderse, a abrir sus ojos a nuevas aventuras :
Cada mañana
Aquella niña
Abría sus ojos a los nuevos asombros:
Aventuras
Con un uniforme gris
Y olor a chicle.
Después, todos los poemas, nueve en total, se “arquitraban” con los asombros, en la aventura de un mar de sueños. Unos poemas levantados desde la magia del ser niña, como un lugar literario donde resuenan las metáforas de canciones de corro y música de valses que contextúan el ayer que nunca pasó.
En definitiva, en esta primera parte los poemas expresan los deseos más singulares esos que están en la cosmovisión de los ideales de cada ser humano expresadas en príncipes azules y de cielos de algodón.
3.2. La adolescencia y sus urgentes emociones.
En la segunda parte aparece un poema cabecero que nos hace comprender el sentido de los cinco poemas de su interior. En estos versos de cabecera se acentúa la temporalidad pero no con la carga del cronos sino con el nervio de un espacio esencial. Así, los versos:
Pero el tiempo pasó
y aquel juguete roto,
y la niña de ayer
quisieron dormir juntos
ocultos bajo el polvo
en un rincón cualquiera
de aquel desván.
Contradiciendo el primer verso el tiempo no pasa, aunque se indique, sino que este nos sitúan ante un punto de mira donde el propio yo, en la quietud contemplativa, es capaz de sosegar, que no frenar, los impulsos de la primera edad y que, como indica Trinidad Rodenas, se oculta en el rincón mas hondo del desván, en ese ángulo del yo (consciente ) donde el ser permite que lo pasado (niña de ayer) y el presente (juguete roto) se abracen, con un gesto casi místico, que hace vibrar el misterio (oculto, en un rincón).
En este poema no es baladí el empleo de las figuras literarias: la niña y el juguete roto de la niñez, dos expresiones que forman, en sí mismas, la red de otros campos semánticos de la existencia. Estas figuraciones se repetirán, como un eco, en los versos de esta segunda parte donde se poetiza la situación adolescente.
Así, los cinco poemas de esta segunda parte, son un recorrido por las emociones de las edades cumplidas, por esas urgencias de ser mujer cuando el deseo quiere libertad y, al mismo tiempo, siente el pudor de la piel. Ningún adolescente está conforme con lo que vive y su inconformismo no le libera de los “muros de su alcoba” y ante la impotencia de los imponderables solo le resta pronunciar la palabra Libertad.
Los versos de esta parte dejan la puerta abierta a un horizonte de líneas delimitadas, porque se sabe lo que se quiere desde la intuición. Y aunque el deseo de seguir es lo primero este ardor incapacita para girar la cabeza y mirar otras alternativas. El metarrelato de esta parte subraya que al yo poético solo importa avanzar y en este ir del deseo frustrado por no dar alcance, en esta hambruna de ideales, solo existe la compasión de dejar una luz encendida.
3.3. La madurez y la solemnidad de lo vivido.
En la tercera y última parte, el poema de portada expresa el salto a la madurez. Y en este contexto vital desde donde el yo poético subraya el hoy, el presente desde el que se retorna con sosiego, a la intimidad solemne de lo vivido, a la narración de la propia existencia. Nada de lo ocurrido ha pasado todo permanece en un eterno presente.
Hoy niña retornas
a este mar sosegado
remanso íntimo
a orillas de otra luz.
Así, en los siete poemas de esta tercera parte se hace balance teniendo como referencia la figura del sosiego, como primer valor; desde la calma, desde esa mirada que no toma en cuenta las heridas a no ser para curarlas. Unos versos que no evitan revelar el cansancio de los días, sin protestas, que no evitan desvelar ese tiempo de destierro en un siempre vivir. Aunque la visón del ayer, a veces, “nos niega y nos deshace”, no impide que los versos nos conduzcan a la contemplación del futuro como “instante que pasa de puntillas”. Y digo contemplar, refiriéndome a ese sentimiento íntimo que aparece en los versos representado en la realidad de “Toña”, la fiel muñeca que evoca todas las nostalgias.
El libro se cierra con un epílogo donde nuestra autora subraya que la niña interior no quiere crecer porque siempre está viva en la inquietud, en los sueños y en el asombro ante las luces del camino.
4. SENTIDO METALITERARIO DE LA OBRA
Este poemario es una exposición del transito existencial, un metarrelato vital donde la autora, Trinidad, deja su piel en el rostro del verso con un recorrido trazado con pinceladas, ondas, de intimismo.
La obra es un viaje por la memoria emocionada de cada uno de los días vividos. Todo el poemario está inflamado de sosiego, de serenidad solemne “a orillas de otra luz”, donde no hay impulso primero con ganas de construir castillos en el aire pero sí cargado de intuiciones sosegadas; ni hay, tampoco, urgencias ni abandonos pueriles pero sí silencio contemplativo.
Con este poemario, Trinidad intenta construir algo mas que una visión panorámica de la existencia haciendo que el yo poético se sitúe en la “atemporalidad” de ese nudo que se forma al cruzar presente, pasado y futuro. Esto es, como un instante donde el silencio hace que el ser se sienta “regresado y sin prisas” a ese punto cero que a todos nos es tan necesario para recobrar cada momento, todas esas pequeñas existencias que configuran nuestra vida y siempre nos acompañan. En definitiva, Trinidad ha creado con esta obra un lugar ficticio donde la mirada se llama sosiego.
Tan solo me resta decir gracias. Gracias Trini por darme este regalo de presentar esta obra. Perdón si no he sido capaz de hacerlo y me he excedido en lo que me pedías. Tengo que aseverarte que estos versos, desde que se publicaron, dejaron de ser tuyos. Gracias, también por este regalo de tu obra, “A orillas de otra luz”.
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